Hay encuentros que agotan. Te destruyen. Eso es así.
Me encanta esta frase: me destruyes. Me da la sensación de tener un punto picante, cómico, ácido.
Y aún con ese punto de humor la verdad es que destruyen aquello que con paciencia, tesón y empeño voy queriendo construir en mi.
Iba a explicarlo como la ola del mar que llega y destruye el muro de tu castillo de arena que llevas media hora construyendo a pleno sol. Pero eso de ser una ola del mar es demasiado amable.
No sois olas del mar.
Sois el pisotón o patada a ese muro, que además la dan con intención “graciosa” de que así te entretengas otra media hora, que total, no tienes nada mejor que hacer que esa “tontería” de construirte algo.
Hubo lugares en los que me empeñé en quedarme. No era el lugar, pero irme suponía soledad, incertidumbre… Aprendí. No era allí, Salí de ahí.
Hubo lugares en los que no eres bienvenido. Crees que son cosas tuyas, que malinterpretas, insistes. No. El mensaje es cada vez más claro, este no es tu lugar, aquí no hay lugar para ti. Aprendí. Salí de ahí.
Construyes, con tus cositas, quitando malas hiebas, abonando…tu lugar. Es mi lugar. ¿Por qué razón alguien se siente con el permiso de venir a destruir? ¿Con el permiso de venir a pedir explicaciones de porqué lo construyo así? Es mi lugar.
En mi lugar no hay explicaciones. En mi lugar no hay justificaciones. En mi lugar hay calma y tranquilidad. No vengas a fastidiar. Abstente o lárgate. Mejor si nisiquiera te acercas. Gracias.
¿Maleducada? ¿Impaciente? ¿Intransigente?
En el patio aparecen dos sillas.
En una ses sientan los antiguos mandamientos, los cimientos de otros lugares, no los míos, los impuestos. En ocasiones estamos de acuerdo y los uso para mi lugar, en otras no.
En la otra silla, mis cimientos, mis primeros ladrillos. Un asentamiento aún bastante fresco.
Entre medias me inunda la sensación de rareza, incomodidad, malestar, incluso creo que hay vergüenza.
Cierro los ojos. Me escucho decirme: eres tú, vés lo que no hay, ya estás adelantándote, tus prejuicios sobre lo que pasará. Relájate. Esta vez será diferente. Tranquila, estás muy tensa. Así no se puede ir por la vida. Tú eres la que se aleja y la que mantiene alejados. Aquí no es. Aquí no es.
Pues menuda actitud. ¡Vaya! Si lo sé, no me escucho.
YA.
Enanos, tendedme una mano. Me pierdo en esa actitud.
Y me tienden la mano. Les escucho, habla cada parte. Acuden más voces a dar su opinión del asunto.
Vaya, se ha montado un buen gallinero en mi patio.
Ahí está, es mi patio. Conviven esas voces. Las he escuchado.
Mi inseguridad y miedos a que destruyan mi construcción habían tomado el mando. Resulta que ante mi inseguridad han venido varios enanos con pegamentos, nuevas creencias, nuevos pensamientos, palabras de sostén, palabras de apoyo y palabras de ponerme en mi lugar y sacarme de la queja victimista.
Que el enano que pone las pilas y te hace ponerme en mi lugar se ha puesto al mando, me he puesto al mando.
Necesito chillar, sacar energía, correr, limpiar, bailar.
Necesito continuar con mis rutinas aunque quizá varíe un mínimo sus tiempos.
Necesito recordarme cada día, no sé durante cuántos días, que si, que este es MI LUGAR. Estoy en mi derecho de protegerlo si creo que está amenazado.
Pero recordarme también que no se va a tambalear por tí, y por supuesto, no seré yo quien con mis pensamientos, miedos, adelantos y ansiedades lo haga tambalearse. No me lo voy a permitir.
Yo me controlo a mi misma, no me controla la situación.
Gracias y amén.
Estoy aquí para ti. Tienes voz. Te escucho lento.