Hoy hablo con mi Enano Culpa. Mi Enano Culpa siempre me ha acompañado, creo que alzó la voz allá por los 5 años. Quizá antes ya había existido, seguramente, pero es a esta edad cuando desde luego adquiere un trono en mi cabeza.
Tiene una voz chillona, disfuncional, infundada por otros para que yo haga lo que quieren que haga para su beneficio. Esa que absorbe la gestión emocional de los demás y me la trae para mi.
Estaría bien pillar rápido ese tonito para mandarla rápido donde pertenezca o a la mierda.
Pero también tiene una voz más apagada, cálida, de revisión, de compasión. Que me acompaña a ver desde diferentes lugares cómo estoy viviendo una situación o cómo me estoy comportando, qué papel estoy jugando en ella. Me lleva a la reflexión y la decisión de qué hacer con ella.
Y en este tono llega y le da la mano el Enano Compasión. Hubo un momento exacto en el que decidí que siempre que estuviese el Enano Culpa hablando, siempre, debería venir a darle la mano el Enano Compasión. Sois mis enanos de la cabeza, yo decido.
Darme cuenta que la compasión hacia mi me beneficia siempre, que no perjudica a nadie, que me aporta la calma y el amor para cuidarme y cuidar.
Mi confianza, la sensación de quererme aumenta. La sensación añadida a la culpa de estar haciendo algo mal, errar, fallar, no es una amenaza. Le da un puntito de oportunidad.
A mi compasión no le interesa escapar del dolor, lo mira con ternura, lo acaricia y está a su lado para permitir que se exprese.
Momentos en que es culpa de provocar un dolor en los demás al tener que despedirnos. Culpa por enredarme en el pasado y no dejar que quede ahí, en su lugar.
La compasión siempre debería acompañar a esta culpa. Darla espacio y decirle adiós.
DECIR ADIÓS PUEDE CONVERTIRSE EN UN ACTO LLENO DE COMPASIÓN Y BELLEZA.
Soy COHERENTEMENTE INCONSCIENTE.
Estoy aquí para ti. Tienes voz. Te escucho lento.