No quiero. No eres tú, SOY YO.
Soy yo la que siente, la que en su más profundo ser lo sabe, está ahí, brilla claramente, es casi que una certeza, es lo que percibo y siento desde mi atención, con todo mi ser. Efectivamente, no eres tú quien lo siente, soy yo. Este dolor siempre está en mí. Dentro. A veces se asoma, otras permanece escondido.
Y no lo cuento, porque no, no lo escucharás, no lo entenderás, preguntarás más y no puedo, no sé, no hay palabras que lo definan, existe en mi y ya. No lo quiero compartir. Me asusta. Me asusta a mi y te asustará a ti. Esta posibilidad también me da miedo.
Ese dolor no se puede compartir, explicar, casi creo que ni aliviar. Es mío. Tan mío que no lo puedo arrancar de mi sin arrancar con el mi vida. Me deja sin aire cuando intento arrancarlo de mi.
Me lo quedo. La necesidad de sobrevivir es más poderosa. A veces, fantaseo con que no sea así. Pero lo es, hasta ahora es más poderosa.
No quiero arriesgar este dolor. Arriesgar que no sea comprendido, escuchado, que incluso sea utilizado en mi contra. No significa que así, de este modo, me agarro a él.
¿No entiendes que es parte de mi, que soy yo?
Si haces eso con mi dolor lo haces conmigo.
Para sobrevivir también me cuento que me puedo enfadar porque yo si que supe estar ahí para escuchar los dolores de los demás. Me cuento que tampoco interesa que lo cuente, no quieren saber, no preguntan si existe. Me cuento que es más sencillo vivir con él a solas, solo mi dolor y yo. Me cuento que no merezco su compasión, su entendimiento. Me cuento que no soy lo suficientemente valiente para superarlo, resiliente. Me cuento que debo comportarme maduramente, que no se me note. ¿Será que no confío?
Me cuento historias.
Las historias me dejan a solas, la tristeza y soledad se aprovechan y me abrazan. Son compañeras del dolor, las dejo llegar, lo asumo como compañía lógica y natural.
La tristeza, quizá la más lista, me cuenta más en bajito que ella estará, que nunca me abandonará, fiel, que con ella si puedo contar.
Y ahí me escondo, con mi tristeza. Todos creemos poder esconder el dolor, la tristeza, incluso, ilusos del todo, la soledad interna. Todos nos contamos historias en las que nos perdemos.
Te acompaño a encontrarte. Trataré bien a tu dolor. Sé tratar con amabilidad el mío.
Soy COHERENTEMENTE INCONSCIENTE.
Estoy aquí para ti. Tienes voz. Te escucho lento.