Busco mi soledad y mi silencio. Busco la soledad y el silencio del exterior.
Mi solución está casi siempre, en muchas ocasiones en el silencio que ayuda a que la calma que me invada. Es una quietud a veces generada con un movimiento acompasado de pasear por espacios naturales, a veces generada de forma más artificial a base de respiraciones, visualizaciones y meditaciones guiadas.
La cuestión es tener recursos que me lleven a ese lugar : mi soledad y mi silencio.
Esa conocida oscuridad. Me manejo bien en ella. Allí todo es conocido, familiar.
Allí, en esa oscuridad, me encuentro. Me reencuentro para darme la mano y traer mi luz.
Si me recuerdo de niña, ese recuerdo me lleva a una niña en soledad, en silencio. No está triste. Para nada. Es allí donde se encuentra con la calma y la paz, donde se deja llevar a un lugar con un nido, refugio. Donde era, soy y puedo ser más libre.
Puedo prescindir de cosas, ideas, ideales, personas e igualmente, apreciarlas de un modo más profundo.
Me dejo invadir por mi. Sin juicio. Solo está aquello que me hace sentir yo y que nunca se va.
Me puedo escuchar, me puedo ver, saber qué estoy necesitando. Sin prisas y más claramente. Mis necesidades reales, no las de los demás que están afuera, fuera de este silencio mío.
Fuera, donde con la inercia de la rapidez no puedo atenderme.
Fíjate que aquí tengo la posibilidad de ver qué necesito, la posibilidad de cambiar, de equivocarme, de acertar, de volver a intentar todo, sentir algo nuevo, repetir lo que me gusta, ver mis mil y una direcciones. Puedo atender a mi alma.
No me interrumpas en mi silencio.
No te preocupes o alteres, no te pongas nervioso.
Todo está bien. Estoy muy bien. Estoy aquí. Conmigo. Y con todo mi interior. Un interior casi siempre desordenado, pero quiero creer que al final siempre encuentro donde está lo que necesito. No es solo por “ese poder de madre”.(Esa de saber dónde está todo). Es más bien el poder que adquieres al querer conocerte, al dedicarte tiempo y ganas.
Ese es mi silencio para mi. Donde mi alma se encuentra en casa.
Confieso que podría quedarme ahí, no me da miedo la posibilidad de quedarme para siempre en mi alma.
Para quien le da miedo, quizá le ayude a entender a alguien como yo, alguien que, en ocasiones, siente así la soledad.
«El hábito precoz de la soledad es un bien infinito. Enseña, hasta cierto punto, a prescindir de las personas. Enseña también a querer más a las personas.» – Marguerite Yourcenar –
Soy COHERENTEMENTE INCONSCIENTE.
Tienes voz. Te escucho lento.